domingo, 19 de octubre de 2014

Vuelta a sus orígenes

Más allá de los tres puntos conseguidos en un final de locura, fue novedad la variante táctica que introdujo Brendan Rodgers en el equipo titular. Como ya se vio en la temporada pasada, al técnico galés le caracteriza su estilo de jugar y variar con los distintos sistemas tácticos, así como que sus jugadores alternen diferentes roles en el equipo según cada tipo de partido. 

Sin embargo, hasta la fecha Rodgers todavía no había apostado por situar a Steven Gerrard en la posición de mediapunta, donde se convirtió en estrella y donde tantas alegrías ofreció a la hinchada red. Ya en el tramo final del partido contra el West Bromich, partido previo al parón de selecciones, el entrenador del Liverpool colocó a Gerrard más cerca del área. Pero fue hoy cuando decidió comenzar el partido con un 4-2-3-1, formando con la pareja Henderson-Emre Can en el doble pivote y Gerrard en la mediapunta.

La prueba no le salió del todo bien al técnico galés. Sin el capitán del Liverpool a los mandos del equipo, los reds carecieron de una figura a quien entregarle el balón y que fuese capaz de comandar la nave. A Emre Can, en su vuelta tras la lesión, se le notó la inactividad y el partido le superó, mientras que Henderson no ostenta dentro de sus grandes virtudes la de dirigir a un equipo. Todo esto provocó que Gerrard no pudiese recibir balones entre líneas, estuvo poco participativo y apenas entró en contacto con el balón. Su contador de pases al termino de los primero 45 minutos estaba en 19, una cifra bastante baja para él. (estadística: Squawka) 

En vistas de que no produjo el resultado esperado, Rodgers decidió acabar con la prueba y el Liverpool jugó el resto del partido con su sistema más habitual, 4-3-3 con Gerrard de pivote. Puede que la vuelta a los orígenes de Steven Gerrard haya sido algo incidental y solamente se quede en una prueba, ya que parece difícil pensar en alguien que no sea él, quien se encargue de dirigir al equipo ante la falta en la plantilla de un medio creativo capaz de hacer que los demás compañeros jueguen a su modo y manera.

miércoles, 15 de octubre de 2014

Buscando su sitio

Gerard Deulofeu es, sin ninguna duda, una de las mayores promesas del fútbol español. Una perla por pulir que, sin embargo, ha visto su progresión meteórica relativamente frenada por un cúmulo de circunstancias, propias y ajenas. Se define por el regate, tiene un talento único para desbordar a su par e irse con el balón conducido, y como le ocurre a Paco Alcacer (del que ya he escrito) ha nacido en una época equivocada y necesita ajustarse.

El fútbol es un ente en continuo cambio y, como en el resto de ámbitos de la vida, el vencedor impone sus reglas. Las estrategias ganadores son estudiadas, copiadas y anuladas, en un continuo intento de imitar la excelencia. Así el fútbol evoluciona conforme algunos equipos son capaces de marcar una época y dejar su legado que todos buscan imitar. En la actualidad el fútbol vive bajo la alargada sombra del Barça y la Selección Española, dos conjuntos que aunque con notables diferencias fueron capaces de dominar completamente a sus rivales, con un estilo perfectamente definido y buscando siempre la excelencia estética. Por su absoluto dominio generaron una corriente de imitación en busca de acercarse a aquellas máquinas de ganar partidos apabullando a rivales de primer nivel. Bueno, en realidad se generaron dos corrientes, la primera busca imitar ciertos aspectos de aquel juego ofensivo de asociación y la segunda juega a contrarrestar ese estilo de toque, a minimizar sus virtudes y evidenciar sus carencias. Ambas corrientes, aunque antagónicas, guardan una características común: el orden. 

El orden, ya sea para atacar posicionalmente -los ya famosos triángulos de Guardiola- como  para defender con las lineas juntas cerrando espacios, es primordial, es la carta que tienen los entrenadores para ejercer un control sobre el partido. Esta es la situación actual y en estas circunstancias Gerard no encaja. No encaja bien, de momento. Sus virtudes no pasan desapercibidas a nadie, jugador totalmente desequilibrante que gana metros para el equipo con sus conducciones y que es capaz de hacer cosas que otros no pueden y que ganan partidos. Un crack, un talento total, una joya que es difícil encajar en cualquier sistema. Y esa es la realidad, en la época del orden es difícil para un entrenador asumir que tienes a un jugador en banda derecha que va a encarar siempre, una vez tras otra se va a jugar el regate. Y el dribling es una lucha a vida a muerte, o ganas o pierdes, o te vas o la pierdes. Es asumir que en banda derecha van a morir la mayoría de jugadas que lleguen, para bien o para mal.

El análisis es sencillo. ¿Qué produce cuando se va?¿Que provoca cuando la pierde? Y ahí entra en juego la toma de decisiones  del jugador (circunstancias propias) y el sistema de juego propio y del rival (circunstancias ajenas) que determinan lo rentable que es Deulo para su entrenador. Ayer la Selección Española sub21 se jugaba una final en la que Deulo estuvo errático durante todo el encuentro para acabar siendo substituido sin pena ni gloria. España cayó con él y no solo por él, pero su actuación es ejemplo de lo analizado. Desacertado en el uno para uno, no encontró otro medio para ayudar al equipo. Los balones que le llegaban morían en él, casi siempre en pérdidas y varias fueron las ocasiones en las que se dejó ir tras perdida en vez de intentar solventar su error a través de la presión. Al final el balance fue claramente negativo y el cambio totalmente justificado. El se fue enfadado, seguramente más con él mismo que con Celades. Su adaptación de estrella juvenil a jugador de élite está siendo difícil, no encuentra la forma de ayudar a su equipo de forma constante y regular y se le nota ansioso por demostrar cosas continuamente. Su mejoría pasa por la confianza y la calma, y la segunda suele venir tras la primera.

miércoles, 1 de octubre de 2014

Un PSG de chapeau

Visita al Parque de los Príncipes, primer test de entidad para el Barcelona y primera derrota de la temporada. La dificultad del encuentro para el PSG era mayúscula, no sólo por tener que enfrentarse a un Barça que había comenzado muy fuerte la temporada, sino también porque hombres clave como Ibrahimovic, Thiago Silva o Lavezzi no pudiesen jugar el encuentro.


Salió de inicio el equipo francés formando un 4-4-2, con un rombo en el centro del campo donde en la punta delantera se colocaba Pastore, quien se encargaba de que Busquets no participase en la salida de balón del equipo blaugrana. El argentino estuvo muy pendiente de que el medio del Barça no recibiese el balón, tapándole y no dejándole apenas recibir. El trabajo del medio del PSG tuvo sus frutos ya que consiguió que el número de pases de Busquets (intentó 48 pases) fuese netamente inferior a su media esta temporada (81 pases por cada 90 minutos de juego).

En general, el trabajo defensivo de los franceses fue sensacional, decidiendo acertadamente cuando presionar arriba y cuando replegar en su propio campo con las líneas juntas. Esto se vio muy bien reflejado sobre todo en el primer tiempo, donde jugadores de la talla de Busquets, Jordi Alba, Alves o Mathieu cometían pérdidas poco habituales en la salida de balón ante la gran disposición táctica del equipo parisino.

Por otro lado, los jugadores del PSG sumaron a ese gran nivel defensivo un notable acierto cuando eran los poseedores del balón. Liderados en esta faceta por la frialdad y la templanza de Verratti y Motta, el equipo local era capaz de batir líneas con facilidad y conseguía llegar a campo contrario sin apenas oposición. Una vez llegado a campo contrario, la mayoría de balones acababan en el perfil derecho del ataque de los franceses, buscando bien la rapidez y verticalidad de Lucas Moura o bien la superioridad con la incorporación al ataque de Van der Wiel contra un Jordi Alba que se vio sólo ante la falta de ayudas de Iniesta (interior izquierdo) o Neymar (extremo izquierdo).

Solamente en el tramo final del partido, a partir del minuto 75, el PSG se vio superado debido a un bajón físico por el gran desgaste realizado y al cambio de Luis Enrique de poner defensa de tres. Esto provocó que la disposición defensiva no fuese tan precisa, las ayudas no llegaban en su momento y la pérdida de balón era rápida, lo cual no permitía al equipo francés salir de su propio campo, a excepción de un par de contragolpes. 

Finalmente, el PSG se llevó un merecido triunfo gracias a un esfuerzo y un trabajo coral de todo el equipo, superando las adversidades de no poder contar con tres de sus mejores jugadores y superando a un Barcelona que se encomendó a la figura de Messi para que cambiase el rumbo del partido pero el astro argentino estuvo poco arropado por sus compañeros.